ELENA SOTO
Las localidades de Inca y Binissalem acogerán las dos partes de “La temperatura del color”, una doble exposición de la pintora alemana Cris Pink. Las muestras incluyen algunas de sus obras más representativas, realizadas entre 1988 y 2004. Constituyen una antología que intenta reflejar las diferentes etapas de la evolución creadora de Pink.
La primera parte, expuesta en Inca, presenta 18 obras. En su mayoría, óleos sobre lienzo. También incluye obras correspondientes a una etapa de transición en que la artista experimenta con los aerosoles y la encáustica. Los primeros cuadros están marcados por la arquitectura de grandes espacios. Visiones panorámicas evocan monumentos de la antigüedad en ruinas: grandes estadios, teatros, anfiteatros… En la mayor parte de ellos utiliza las formas convexas. Posteriormente, aunque continúa con la visión arquitectónica, evoluciona hacia las formas cóncavas, se eleva, va de dentro hacia fuera y comienza a irrumpir la levedad y la ligereza en sus cuadros.
El dibujo va desapareciendo frente al trabajo cromático. Pink lo define como liberación de lo figurativo. Las imágenes se diluyen y comienzan a perder los límites. Hay toda una serie de obras de esta época en las que el motivo central son el círculo y la esfera. Sus títulos “Condición inmortal” o “Libertinaje de las estrellas” apuntan a otro tipo de espacio: el cósmico, el infinito.
La segunda parte de la muestra, la que se expone en Binissalem, está integrada por 10 cuadros y 6 dibujos. Los dibujos pertenecen a una serie que Cris Pink realizó a mediados de los noventa sobre el tema de la maternidad y el erotismo en la mujer. En la obra pictórica de esta última etapa ya no hay interés por la figuración; las formas circulares comienzan a transformarse en superficies monocromáticas con fondos de líneas que se entrecruzan. Aplica el óleo y el lápiz al lienzo, capas muy finas de color con estructuras de dibujo superpuestas. Tramas, filamentos, líneas cada vez más sutiles van creando ilusiones de espacio, de relieve, de textura… pero esta visión no es real, porque la superficie es totalmente lisa.
Estos últimos cuadros evocan la eternidad, el vacío o el espacio ilimitado. Uno de ellos se titula como una película de Théo Angelopoulos “La eternidad y un día”. Cris Pink comenta que cuando conoció la obra de este director quedó profundamente impactada por su poder de sugerir y de contar mediante lo que no se muestra. Su manera de presentar un fusilamiento en “La mirada de Ulises” con un paisaje nevado, sin horizonte, donde el espectador escucha sólo el sonido de la muerte, le pareció tan sobrecogedora que a raíz de la película cambió su pintura.
METRÓPOLIS, Suplemento de Cultura, junio 2004
Cris Pink. La temperatura del color. Centre d’art sa Quartera, Inca.
Casal de cultura can Gelabert, Binissalem.