GUDI MORAGUES
Con “La temperatura del color” la artista alemana, afincada en Mallorca, Cris Pink, exhibe, de forma conjunta y a dos bandas, -en el Centre d’art sa Quartera de Inca, y en Can Gelabert de Binissalem-, una selección de las obras, realizadas entre 1988 y 2004, en las que el gusto por la pintura-pintura se hace patente, se podría decir en una acción casi deleitable.
Los que vivimos, de alguna manera, vinculados con el mundo del arte o alredeor de él, con cierta frecuencia nos interesamos por determinadas obras en las que se procura profundizar e indagar lo que, inevitablemente, conlleva a proyectar ese interés creciente sobre sus autores y el curso de sus trayectorias.
Con la artista Cris Pink el proceso fue a la inversa. Inicialmente conocí a la artista, de personalidad acogedora y brillante, para después descubrir su obra, una obra sensitiva, luminosa, veraz y fiel a unos principios de integridad física poco habituales.
El recorrido plástico ahora propuesto, a través de la citada exposición, permite la observación de su evolución creativa, tensada entre la potencia del trazo y la lúcida experimentación. En las pinturas datadas en 1988, el juego de luces y sombras se hacía protagonista y delimitaba la intención del concepto, mostrando, sobre los lienzos de gran formato, sugerentes espacios Geom.tricos, de explícitas referencias a las antiguas culturas, bajo títulos como: “Estadio”, “Parlamento” o “Foso”.
A partir de 1989, con “La gran pirámide” el movimiento y la mancha de color se resolverán de forma más sutil. Las fórmulas esquemáticas se diluirán en una marea pigmentaria y el código emocional irá ganando espacio a la estructura, liberando de este modo la contención del gesto, efecto significado en “Pasión sólida” o “Aparición”, ambas obras correspondientes a 1990.
En los trabajos realizados entre 1991 y 1993 se observa una personal expresión, en la que subyace la intención contenida; Cris Pink utiliza sobre óleos de color intenso el blanco como punto luminoso de apoyo. Y la latente libertad encuentra su pleno desarrollo a partir de 1994, con “Condición inmortal”, donde la investigación cromática alcanza toda su plenitud.
Cada una de las telas elaboradas por Cris Pink es un universo etéreo, una nebulosa infinita, un espacio cósmico, formado por finas capas de pintura que, como luminosa escarcha, se superponen hasta conseguir las expresas transparencias.
A partir del año 2000 desaparece cualquier vestigio de forma, ni siquiera la esfera aglutinadora de inquietudes y pasiones de los últimos años, tiene cabida en esa huida hacia delante, en esa búsqueda de la esencialidad. La obra “Azul distante” marca el límite, y el óleo y el lápiz diseñan luminosos campos de color absoluto, en una trayetoria cada vez más determinada y precisa.
ÚLTIMA HORA. Dominical, sección Intersecciones, junio de 2004
Cris Pink. La temperatura del color. Centre d’art sa Quartera. Inca.
Casal de cultura can Gelabert. Binissalem.